De vuelta a las Bahamas.
Foto / Por: Giovanni Martínez, Bohemia
Algunos aspectos extradeportivos quedaron pendientes en el tintero
NASSAU.-La VI Copa del Caribe de Béisbol, donde nuestra selección alcanzó la medalla de bronce, dejó una secuela de trabajos publicados en este espacio, que en su inmensa mayoría, se refieren a aspectos competitivos -resultados, estadísticas, análisis, comentarios- con el plus personal de haber convivido junto a un equipo Cuba en la capital de las Bahamas durante una semana, del 22 al 29 de octubre.
Fuera de competencia lo que vi, en sentido general, me pareció admirable. Aunque no conocí el downtown (centro de la ciudad), ni la zona Sur, sí me acerqué a varios lugareños, en su mayoría trabajadores del Hotel Breezes, al Norte, en Playa Cable, donde se hospedaron los seis elencos que participaron en la lid.
Quise descubrir un poco más de esa tierra, cercana geográficamente a la nuestra, pero bastante más distante en otros aspectos.
Mi inglés «chatarra» en la práctica resultó ser más efectivo de lo que imaginé. De todos modos algunas veces la comunicación no fue sencilla.
Los bahameños por lo general no hablan nada de español. Y el dominó se trancó cada vez que intercalaron palabras nativas en medio de una conversación en inglés, algo muy normal para ellos. Suficiente para dejarte con el bate al hombro y la boca abierta, como si te lanzaran una recta a 100 millas por hora.
Si de altas velocidades se trata, uno de los detalles que estoy seguro, no solo yo, sino ningún miembro de la delegación olvidará, fueron las pequeñas guagüitas que nos trasladaron diariamente desde el hotel hasta el Estadio Andre Rogers.
Como en una escena de la saga fílmica Rápidos y furiosos, llegábamos a nuestro destino en unos 15 minutos o menos, gracias a un habilidoso policía de tránsito (caballito) que abría el paso como si llevara a cuidado al mismísimo presidente del país.
Íbamos repartidos en dos guaguas debido a sus tamaños, en modo caravana, y sobre la marcha el oficial motorizado aceleraba para ubicarse al frente. Luego nos dejaba pasar en fila y repetía la misma acción una y otra vez, como dándonos vueltas en círculo. Nosotros nunca nos deteníamos, sin importar las señales o las luces de los semáforos. Él nos sobrepasaba a altísima velocidad, y hasta ponía en juego su vida.
Otro detalle no menos importante fue el hecho de que el timón de casi todos los vehículos, incluidos estos buses, está ubicado a la derecha. Y la puerta en la izquierda. También las vías en las calles son en sentido contrario a como las conocemos. Lo heredaron de los ingleses. Yo solo lo había visto en películas.
Por ese motivo los sobresaltos en las muchas curvas y rotondas eran habituales para nosotros los cubanos. No es costumbre ver venir de frente por la senda derecha a los otros vehículos. A pesar de eso, se sentía seguro. Los propios choferes mostraban habilidades y se relajaban con nuestras canciones, conectadas por Bluetooth desde el celular de algún atleta. ¡Adrenalina pura!
En general los bahameños son personas muy amenas y de fácil trato. Se acercan con respeto y cariño a los cubanos. También les interesa conocer de nuestras cosas. Al menos fue lo que experimenté yo en los pedacitos de Nassau por dónde anduve, incluida parte de la playa del sector Norte de la isla de Nueva Providencia, en las cercanías del Hotel Breezes.
Eso sí, son un poco dejados. Puede que, al contrario del timón a la derecha en los autos, el puntualismo que ha hecho famosos a sus antiguos colonizadores, los ingleses, no esté presente en su ADN. Sin embargo, el saludo es bastante afable y habitual, mezclado como es lógico, con el típico sabor caribeño, mucho más caluroso y picante que el de la mayoría de los europeos.
A propósito de picante, suelen comer subidito de tono. El chile va de la mano de muchos platos, algunos típicos y otros transportados principalmente de las comidas italiana, mexicana y estadounidense. De igual modo proponen otros sin picante, para los paladares menos arriesgados, aunque debo confesar que en mi caso, sí quise llevarme el recuerdo de entumecerme varias veces los labios. Para gustos, colores.
Debo añadir entonces que las playas de las Bahamas son naturalmente idénticas a las de Cuba. Aunque la infraestructura que rodea la arena fina y blanca, y las aguas cálidas y cristalinas, es superior a la nuestra. No es un dato menos significativo el hecho de que más de un 60 por ciento del producto interno bruto de esa nación depende únicamente del sector turístico.
La agricultura es casi nula. Dicen que sus tierras no son fértiles. En cambio, se parecen bastante a las nuestras. Quizás un ejemplo sea que en la orilla de las playas hay cocoteros y uvas caletas. Pero todo lo que consumen es importado.
A ambos lados de nuestro hotel, el Breezes, vi dos mundos diferentes. A la izquierda un inmenso coloso, el Hotel Bahamar, con casinos gigantes y canchas de tenis. A la derecha una playa pública, a la cual llegan las familias y plantan al mejor estilo cubano. Con neveras plásticas, sombrillas y algo para comer. Unos altos pinos, iguales a los que talaron años atrás en las playas del Este de La Habana, brindan una refrescante sombra a los visitantes. Sus pequeñas piñitas pinchando mis pies mientras caminé por allí me transportaron mentalmente a una bella época de mi infancia.
La música está en todos lados. Playas, tiendas, autobuses… Aunque a un volumen moderado. Nadie tiene por qué alterarse. No hace falta reventar las bocinas. Todos pueden conversar sin dar gritos. Un notable cuidado con la contaminación sonora y el bienestar de la gente.
Tendría de seguro mucho más para contar, pero intenté resumir algunas ideas lo más rápido posible, tras el regreso del fluido eléctrico luego del largo apagón provocado por el huracán Rafael.
Ya se acerca además el debut de Cuba en el Premier 12, así que desde el próximo día 13 de noviembre todos los amantes a la pelota querremos dedicarle el mayor tiempo posible a disfrutar de ese súper evento. De las Bahamas seguramente volveremos a hablar más adelante.